Fragmento del libro Demian. Hermann Hesse
“... Y en este punto me abrasó de repente como una
aguda llama la revelación definitiva: todo hombre tenía una ‘misión'; pero
ninguno podía elegir la suya, delimitarla y administrarla a su capricho. Era
equivocado querer nuevos dioses, era completamente equivocado querer dar algo
al mundo. Para el hombre despierto no había más que un deber: buscarse a sí
mismo, afirmarse en sí mismo y tantear, hacia adelante siempre, su propio
camino, sin cuidarse del fin al que pueda conducirle. Este descubrimiento me
conmovió hondamente, y tal fue para mí el fruto de todo este suceso. Muchas
veces había jugado con imágenes del futuro y había ensoñado los destinos que me
estaban reservados, como poeta quizás o quizá como profeta, como pintor o como
quién sabe qué. y todo esto era equivocado. Yo no existía para hacer versos,
para predicar o para pintar. Ni yo ni ningún otro hombre existíamos para eso.
Todo ello era secundario. El verdadero oficio de cada uno era tan sólo llegar
hasta sí mismo. Luego podía terminar en poeta o en loco, en profeta o criminal.
Eso no era cosa suya, y, además, en último término, carecía de todo alcance. Su
misión era encontrar su destino propio, no uno cualquiera, y vivirlo por
entero, hasta el final. Toda otra cosa era quedarse a mitad de camino, era
retroceder a refugiarse en el ideal de la colectividad, era adaptación y miedo
a la propia individualidad interior. Esta nueva imagen se alzó ya claramente
ante mí, terrible y sagrada, mil veces vislumbrada, quizá ya expresada alguna
vez; pero sólo ahora vivida. Yo era un impulso de la Naturaleza, un
impulso hacia lo incierto, quizás hacia lo nuevo, quizás hacia nada, y mi
oficio era tan sólo dejar actuar este impulso, nacido en las profundidades
primordiales, sentir en mí su voluntad y hacerlo mío por entero. Esto, y sólo
esto, era mi oficio”.
Leí este fragmento del libro y tuve que releerlo varias
veces. Hermosas líneas dentro de un libro brillante. Entonces quizás ese sea el
objetivo de este viaje: buscarse y encontrarse a uno mismo. Me encanta esa idea.
También
me hizo reflexionar sobre lo cobarde que solemos ser, al eludir nuestro
verdadero camino, ese que nos dicta el corazón, el instinto. Solemos evitarlo por
muchas razones. Quizás porque debemos tomar decisiones radicales que cambiarán
nuestra vida y afectarán a otras personas. Otras veces para complacer a los
demás. Por miedo al qué dirán.
Pero la valentía siempre es el camino correcto.
Debemos ser sinceros con nosotros mismos o
nuestra conciencia siempre lo recordará. Lo que no has hecho no te
dejará en paz hasta que lo hagas. La vida es muy corta como para manejar con el
pie en el freno. Deja que lo que se vaya, se vaya para siempre y enfréntate al
peligro.
Aquí otro fragmento notable de Demian:
“... Había amado, y amando se había encontrado a sí mismo. Pero
la mayoría de los hombres aman para perderse en su amor”.
Alguien dijo alguna vez que el amor es
una cadena. Aunque sea de oro es una cadena. Porque el amor crea dependencia,
te obliga a negociar las decisiones, te hace ir a sitios que no deseas y
cumplir con obligaciones que no son tuyas. Es decir, te impide la libertad
plena. Y qué sentido tiene la vida sin la libertad absoluta.
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