Fui al cine a ver la película El
Psiquiatra, que trata sobre el famoso caso de la joven Roxana Vargas, asesinada
por Edmundo Chirinos. Conocí a Roxana en el 2005, cuando juntos comenzamos a
estudiar Comunicación Social en la Universidad Católica Santa Rosa.
Nunca fuimos amigos cercanos,
pero teníamos muy buena relación como compañeros de clase. Roxana no le caía
mal a nadie. Era una gordita bien simpática, algo tímida y muy amable.
La primera vez que supe de sus
problemas de autoestima, fue cuando atentó contra su vida cortándose las venas.
Han pasado varios años y la memoria es
un poco vaga, pero recuerdo que al notar su ausencia algunos días en la
universidad, pregunté por ella a una amiga en común y me contó sobre el
incidente. Lo lamenté junto a mis compañeros. Sus amigas más cercanas nos
pidieron discreción sobre el tema, así que cuando Roxana volvió hicimos como si
nada.
Meses después, esa misma amiga en
común me contó a modo de chisme que Roxana tenía una relación amorosa con “un
viejo de 60 años”. Recuerdo que me sorprendió, me dio algo de risa y le
respondí: “Si quiere al viejo, ¿cuál es el peo?”. Entonces añadió que era su psiquiatra
y tal. Me dijo que el viejo se estaba aprovechando de la vulnerabilidad de
Roxana.
Pasaron un par de meses y me
dijeron que Roxana tenía dos días desaparecida, que la mamá estaba en la
universidad buscando testimonios entre los amigos de su hija. Vi a la señora
con cara de preocupación, lo lamenté pero no recuerdo haber pensado lo peor.
Esa misma noche o al día
siguiente, no recuerdo bien, me avisaron que Roxana había aparecido muerta,
asesinada.
Entonces comenzó el alboroto
mediático que toda Venezuela conoce.
Al ver la película y recordar
esta lamentable historia, pienso en muchas cosas. Pienso en lo duro que debe
resultar para la familia de Roxana la explotación mediática del caso, que
impide a la herida sanar, si es que una herida de esa magnitud puede sanar
alguna vez. Pienso en la madre, que ha debido soportar libros, programas de tv,
documentales, y ahora una obra de teatro y una película. Su íntimo y profundo
dolor de madre desconsolada, para el
resto de nosotros no es más que una espectacular historia repleta de morbo.
Pienso en el culpable, en Edmundo
Chirinos y su sadismo camuflajeado por una cortina de elevado status y
reputación.
Pero también pienso en el otro
culpable, en nosotros, la sociedad. Esa que muestra modelos increíblemente delgadas
como paradigmas de la mujer perfecta y que tanto afectaron a Roxana. Esta
sociedad que envenena con las revistas de moda, los programas de farándula, con
estúpidos y banales realista shows, y con los concursos de belleza, en los que
se premia ser bella, como si eso tuviese algún mérito o alguien hubiese hecho
algo por merecer algún reconocimiento, más allá de ir al gimnasio o pasar por
el bisturí.
Esta sociedad que acompleja a las
mujeres y las lleva a pagar el dinero que no tienen por hacerse las tetas. Esta
sociedad frívola, en la que un hombre es juzgado por el auto que conduce. Donde
un cantante de pop tiene más difusión que un hombre de pensamiento profundo. La
sociedad de la telenovela, que jamás incita a la lectura. Esta sociedad en la
que todas las mujeres sueñan con casarse vestidas de blanco, aunque no sepan
bien por qué. Lo desean porque así es la tradición, porque así lo han visto,
porque todas hacen lo mismo y así debe ser. Porque la abuela, la tía y la mamá
esperan que la niña se case de blanco, y que en la fiesta no falte un enorme y
ostentoso pastel, junto a un suculento y muy variado banquete. Tampoco puede
faltar la banda musical tocando el mismo merengue de todas las bodas. Es el
libreto que impone la sociedad y que, como borregos, sigue la mayoría.
En esta sociedad todos sabemos
que Angelina Joliet y Brad Pitt tienen un hijo marciano y otro congolés, pero
desconocemos si nuestros hijos están siendo acosados en la escuela, si tienen
novia o si entienden de Matemáticas.
Esa fue la sociedad que envenenó
a Roxana.
A esa muchacha le faltó trabajo
psicológico. Que le hicieran entender que no hace falta ser delgada para ser bonita.
Que contaba con un cerebro poderosísimo, que ha sido capaz de curar el cáncer y
llevar al hombre a la luna. Que la
felicidad es una adquisición, no algo que te llegará de afuera. Que nada
importa encajar en esta pobre sociedad, sino seguir tu verdadero camino. Informaciones de este tipo le faltó recibir a Roxana.
El culpable es Chirinos y somos
nosotros también. La madre de Roxana repite en cada entrevista que la misión de
Roxana era desenmascarar a Chirinos. Pues entonces nosotros podemos asignarnos
una misión: desenmascarar a esta sociedad. Convivir con ella pero sin formar
parte. Haciéndole frente con un mejor mensaje, expresando nuestras ideas ante
amigos y conocidos. De tantas semillas que arrojemos, alguna germinará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario