martes, 23 de septiembre de 2014

La vecina del Barrio Rojo


Anastasia tiene 23 años y se exhibe detrás de una vitrina. En realidad ese no es su nombre, pero en su oficio es normal ser así, misteriosa y mentirosa.

Sus padres creen que ella está en Holanda estudiando holandés, pero lo cierto es que esta carismática colombiana alquila su cuerpo por dinero en la calle más divertida de Amsterdam y del mundo: el Red Light District. O el Barrio Rojo, como me gusta llamarlo porque me suena a mafia china, o algo así.

En las vitrinas del Barrio Rojo se exhiben mujeres en lugar de bolsos, zapatos o ropa. Y es muy buen negocio. Las chicas rentan el cuartito por 8 horas y 50 euros, justo la cantidad que le cobran a cada cliente. Pero el cliente apenas tiene 20 minutos para desahogarse.  

Eso me lo contó Anastasia, a quien pueden reconocer por su traje atigrado y cara e’… colombiana. Si han ido, la han visto y si la ven, me la saludan. Ella no parece de 23. Habla y se comporta como una veterana, quizás por tanto kilometraje. Abre la puertita de vidrio constantemente para calentar a los turistas. Los invita en holandés, in inglés y, claro, en español. Así me detectó como un “vecino” y así la conocí.

Anastasia se ríe como una miss. Cuando le provoca y cuando no también. Su trabajo depende de las relaciones personales. Pero no es tan feliz. “Tú me puedes ver así, alegre, sonriendo, pero por dentro no estoy así”, fue su forma de explicarme que comparte la desdicha del payaso. “Tengo que sonreír todo el tiempo aunque tenga ganas de llorar”.

Cuando la conocí tenía un año trabajando de puta, o eso me dijo. También me contó que al principio llegó a Amsterdam para estudiar holandés, y consiguió trabajo como cajera de un supermercado.  “Pero me explotaban. Trabajaba 8 horas al día y me pagaban una miseria: €400 al mes”, me contó mientras se maquillaba su rostro ya maquillado. Y cierto que €400 al mes es un sueldo bajo allá, pero mucho más bajo si se compara con lo que ahora gana.

Me dice que en promedio hace entre €800 y €1000 ¡Por noche! Esos son entre 16 a 20 amantes por jornada. Hombres y mujeres, ancianos y siameses, duendes y animales. Anastasia no discrimina, siempre y cuando reúnan los €50, que no es mucho para el turista que se paga el viaje a Amsterdam, donde uno de sus principales atractivos turísticos es… adivinen. Sí,  Anastasia y sus amigas.

A los venezolanos les invito que saquen sus cuentas, porque al euro paralelo (que está alrededor de 125 Bs) €1000 son 125.000 Bs. Vamos en letras: Ciento veinticinco mil bolívares por noche hace Anastasia. A los no venezolanos igual saquen sus calculadoras, porque esto es una locura. Ella me dice que trabaja 6 días a la semana, así que estamos hablando de €24 mil al mes. Entonces quizás ya entiendan porque Anastasia prefiere secar sus lágrimas y entregar su mejor sonrisa postiza noche tras noche, €50 tras €50.

Dicen que el dinero mueve al mundo y a mí no me gusta ese concepto. Pero sin duda, mueve el mundo de Anastasia. “Jamás pensé que iba a poder tener todo lo que hoy tengo”, me dijo y continuó: “Trabajando en otra cosa, nunca me habría podido comprar el carro que tengo, pagar el alquiler del apartamento donde vivo aquí. Tampoco podría enviarles dinero a mis padres. Me compré una casa en Pereira (Colombia) con el dinero que hice aquí. Es muy sabroso poder ir al mercado o a una tienda y pasar mi tarjeta de crédito sin ver el precio”.

Anastasia tiene una hija, a quien no veía desde hace un año. “Esto también lo estoy haciendo por ella. Quiero poder comprarle todas las cosas que necesite. Que no pase trabajo”, me aseguró.
Entonces la cosa es así. Anastasia puede comprar todo lo que desee en Amsterdam y su hija en Pereira, pero no pueden abrazarse. Hay cosas que el dinero no puede comprar, para todo lo demás cobra €50 por 20 minutos.

La prostitución es un oficio de riesgo, tanto en la Avenida Libertador como en Amsterdam. Claro que en Europa es más seguro, pero igual ocurren cosas. Anastasia me contó que dos semanas  atrás a su vecina de vitrina, una italiana juguetona llamada Francesca (tampoco se llama así) un cliente le cortó el brazo con una navaja. Al parecer el galán se puso agresivo, Francesca lo frenó, y él la cortó. Huyó y la policía no logró encontrarlo. “En este trabajo hay mucho peligro”, siguió Anastasia. “Uno tiene que aguantarse muchas cosas. Hay hombres, sobre todo los árabes, que llegan bien drogados aquí y te quieren tratar como una esclava. Hay otros que son muy cochinos y hasta dan ganas de vomitar. Pero como están pagando, uno se aguanta”. Recuerden, €1000 por noche.

Claro que Anastasia, como todas sus colegas, no quiere ser puta vitalicia. La conocí en un mes de mayo y me dijo que lo tenía todo listo para regresar a Colombia en diciembre. No le creí. Imaginé que tanto dinero en tan poco tiempo debe producir un efecto similar a la heroína. Pero quizás se llevaría los ahorros a Pereira para reconstruir su vida.

Nos despedimos y me marché, no sin antes desearle una noche productiva.

Al año siguiente regresé a Amsterdam, en el mes de mayo. Caminé hacia el Barrio Rojo deseando no verla allí. Por esa linda capacidad que tenemos los seres humanos de crear afinidad entre nosotros en muy poco tiempo, esperaba que Anastasia ya no se hiciera llamar así y que estuviera en Pereira, junto a su hija. Ganando menos dinero, pero siendo feliz. 

Caminé desde Dam Square, crucé los hermosos canales, vi a los jóvenes del mundo flotando sin despegar los pies, doblé dos veces hacia la derecha y allí estaba ella. Entré al Barrio Rojo justo al frente de su vitrina, allí donde la conocí y donde seguía. Aun confiaba en que ese terrible traje atigrado la diferenciaba del resto y tiene razón. Le silbé a la distancia, ella volteó de inmediato y se quedó paralizada. Tras algunos segundos de reconocimiento y vernos sin hablar, la saludé con la mano y me respondió. Me fui y ella se quedó.


Esta vez no conversamos y no hizo falta. Quizás el año que viene vuelva y puedo apostar que ahí seguirá. Yo sacando cuentas para viajar por el mundo y ella contando de €50 en €50.

lunes, 22 de septiembre de 2014

La escuela para desaprender

Atención padres y representantes. La presente es para informarles sobre la creación de una nueva escuela. Con muy poca confianza pueden inscribir a sus hijos e hijas y nosotros le garantizamos que, aunque nos tomará algún tiempo revertir todo el daño que han sufrido sus pequeños, el resultado será hermoso: hombres y mujeres. En lugar de ciudadanos y ciudadanas. 

Trabajamos de la siguiente forma:

-  Luego de escuchar las inquietudes de sus hijos, porque aunque son pequeños pueden razonar, incluso mejor que nosotros los adultos (inténtenlo y verán), apoyaremos y fomentaremos sus sueños. Quizás se sorprendan que no queramos convertirlos en ingenieros, arquitectos o médicos, como quizás lo hicieron con ustedes. Es que no queremos incrementar los índices de suicidio por infelicidad y frustración. Tampoco es nuestra intención formar a ciudadanos que deban atragantarse con cerveza para afrontar los días. Solo deseamos hombres y mujeres felices.

-  En lo religioso somos muy poco religiosos. Les mostramos todas las opciones que tienen y que ellos elijan.  

-  Los animaremos a leer las Confesiones de San Agustín y El Eclesiastés de Salomón, y también les mostraremos los goles de Messi y los conciertos de The Rolling Stones. Así les dejamos la cabeza abierta, sin limitaciones.

-  A las niñas les haremos saber que no son perdedoras aunque lleguen a los 25 sin esposo e hijos.

-  No somos muy de protocolo y etiqueta, porque no nos gustan los disfraces. Deseamos que exploten la autenticidad y confianza en sí mismos. Que digan que sí, cuando quieran. Y que no, cuando no quieran.  

- Creemos que somos lo que metemos en nuestra cabeza, entonces les mostraremos otras cosas además de los programas de farándula y las revistas de moda. Algunos libros, por ejemplo. Y muchas cosas pueden mejorar en nuestra manera de vivir si en lugar de leer los periódicos por las mañanas, repasamos algunos cantos de la Divina Comedia.

-  Como nos gustan las personas honestas, les hablaremos de la importancia de hablar las cosas de frente, cara a cara. Como ven, los chismes no son lo nuestro.

-  Como no deseamos que hagan nada porque nosotros lo decimos, sino porque ellos realmente lo sienten, les hablaremos de escuchar al corazón y seguir a la intuición. No a la “razón”, ese gusano que nos implanta la sociedad.

-  Somos bien optimistas, porque hemos descubierto que el pesimismo es una manera un tanto gris de vivir. Entonces, frecuentemente les haremos saber que todo es posible, que si trabajan por sus sueños con constancia y esfuerzo los alcanzarán. Y les recordaremos que el bien es mayoría, solo que las buenas noticias no son muy llamativas para los noticieros.

-  Tomando en cuenta que tomamos rasgos de la personalidad de nuestros amigos, les recomendaremos que no anden mucho con los pesimistas y depresivos.  En el mundo hay gente brillante y será un buen consejo que sigan a cabezas más altas que las suyas.

-  Los motivaremos a que conozcan el mundo. Tenemos cinco continentes con mares, ríos, montañas, desiertos, bosques, selvas, pigmeos y plantas carnívoras. Hay algo más allá de la esquina del abuelo y de los chismes del barrio. Se lo garantizamos.


-  Así que para resumir, a sus hijos los invitaremos a que se pongan a trabajar en su misión, la razón por la que están aquí, sin importar la inofensiva opinión de los demás.

Entonces, anímense. La llamaremos "La escuela para desaprender".

lunes, 15 de septiembre de 2014

Hoy me provocó escribir

Hoy me provocó escribir. Escribir sin motivo y sin sueldo. Escribir por el simple hecho de escribir. Escribir porque de pequeño me enseñaron a leer y escribir. Escribir porque me emociona golpear las teclas. Porque me siento un gran escritor sin serlo. Escribir porque siempre me ha gustado imaginarme como un reportero de los años 40, escribiendo en una máquina de escribir.

Escribir porque creo en la palabra escrita. Porque sé que estas figuritas que llamamos letras se unen y llegan al corazón del lector.  Escribir porque un día decidí no hacerlo más y aquí estoy.

Escribir para sentir la presión de una página en blanco y la barrita titilando que te pone a sudar. Escribir para sentir nervios.  Escribir con presión y dudar de si lo lograré. Escribir para mí y para los demás. Escribir y sonreír, e imaginar al lector sonriendo también.

Escribir aunque no tenga sentido, aunque nadie lo vaya a leer. Escribir esperando que alguien lo lea y le guste, aunque repita mil veces que no me importa. Escribir con pasión y con cansancio. Escribir a pesar de la poca trascendencia de lo que escribo. Escribir con mis mañas sin sentido. Escribir y olvidarme del mundo. Otras veces escribir y no poder olvidarme de nada. Escribir concentrado y desconcentrado. Escribir porque es un acto íntimo que luego compartes con extraños.

Escribir con el corazón. Escribir y que se forme un nudo en la garganta.

Hoy me provocó escribir por los amigos que escribieron y que ya no. Escribir porque escribiendo crecí. Escribir para recordar. Escribir para tratar de decir algo sin lograrlo y otras veces sí.



Escribir para terminar de una forma tan redondita y precisa que se siente a cliché. Para terminar así: hoy me provocó escribir.